El vitiligo afecta a cada persona de manera distinta, pero siempre representa un desafío, generando sentimientos de vergüenza, frustración y aislamiento. Las investigaciones continúan sin fin, y los tratamientos son muchas veces un proceso de prueba y error; no es posible mejorar aquello que no se puede medir o definir con claridad.
En mil novecientos noventa y dos, inicié este viaje. En el dos mil, desarrollé el primer protocolo de tratamiento. En dos mil siete, integré el análisis genético, y en dos mil trece, añadí estudios de fotodinámica cuántica. Durante todos esos años, apoyé a personas con vitiligo, y algunos se sometieron con determinación al proceso.
En dos mil diecinueve, decidí recopilar toda mi experiencia y conocimientos en un protocolo avanzado, que quedó en pausa por la pandemia. Ahora, en dos mil veinticuatro, con una comprensión ampliada sobre la energía cuántica de la luz y los genes vinculados al metabolismo del pigmento, he desarrollado un protocolo estructurado, detallando cada paso, el tiempo requerido, los efectos esperados y los costos.
Solo como ejemplo, muestro los resultados obtenidos en más de veinte personas que me vienen a la mente entre las decenas de cientos que he ayudado y con los cuales he mantenido contacto. Veinte años después de tratarlos, continúan sin manifestaciones de vitiligo en las áreas tratadas. Muchos de ellos han vivido situaciones de alto estrés, y aun así, la enfermedad no ha regresado.
Para saber si eres admitido en el protocolo
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