La sopa, ese humilde pero complejo platillo, tiene la capacidad de evocar olores que nos atraen y sabores que reviven el alma. No es necesario cerrar los ojos para recordar su aroma cautivador ni para visualizar su danza de colores en el caldo humeante, esperando ser degustada con una sutil soplada. El tacto del recipiente transmite su calor reconfortante y, aunque el sonido de un sorbo pueda ser mal visto, a menudo es el preludio de una exclamación de placer.
La Sopa y los Recuerdos
La sopa es un nexo con recuerdos de seres queridos y momentos compartidos. Es símbolo de curación en tiempos de convalecencia. Coloquialmente, la sopa se ha infiltrado en nuestro lenguaje. En Venezuela, por ejemplo, es sinónimo de estar al tanto, como cuando Eudomars Santos pregunta "¿Qué es lo que está 'pa sopa'?" Y en Cuba se asocia a la audacia con dichos como "los guapos no toman sopa y si la toman, lo hacen con tenedor". Además, su mención puede denotar tanto frecuencia como aceptación, desde "me sale hasta en la sopa" hasta "esta sopa está para chuparse los dedos".
Sopa y Salud
Quien no atesora el recuerdo de una sopa de pollo con vegetales, esa que parecía devolvernos a la vida en días de enfermedad. Incluso, desde una perspectiva científica, se ha sugerido que un régimen temporal basado en sopas de vegetales puede ayudar a reajustar nuestro sistema inmunológico, especialmente útil en condiciones autoinmunes.
Un Homenaje a la Sopa
Este texto es más que un relato, es un homenaje a la sopa como una fuente de bienestar, capaz de sumarse a las pequeñas alegrías que, en conjunto, componen nuestra felicidad. Una felicidad que, aunque efímera, es accesible con solo evocarla si así lo elegimos.
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